EL SUEÑO DE CASANDRA
Director: Woody Allen
Intérpretes: Ewan McGregor, Collin Farrell, Tom Wilkinson
A pesar de estar desarrollándola en el último tercio de su larguísima carrera, la pasión por el cine negro y sus derivados siempre ha sido muy evidente en Woody Allen. Pequeños indicios aparecían ya en diversas entrevistas durante los 70 y 80, al confesar el neoyorquino su admiración los autores del "noir" más clásico: el primer Kubrick, Houston, Torneur, Wilder y su "Perdición"… Al final, todo esto se tenía que materializar. Fue en una de las tramas de "Delitos y Faltas" donde apareció brutalmente su primer chantaje, su primer cadáver y su primer culpable sin remordimientos
No tanto para completar su trilogía londinense como para hacerlo con su trilogía "noir" tras "Match point", Allen nos propone "El sueño de Casandra". Dos hermanos endeudados, uno por el juego y el otro por el deseo, encuentran en un dilema las soluciones a sus problemas. Su tío, un rico empresario, les propone asesinar a un subordinado suyo que va a revelar detalles muy incómodos de su imperio.
Más que como esa entidad sólida y magistral titulada "Match point", este filme funciona como una serie de tributos a ratos afortunados, a ratos deslavazados. Por ahí podemos observar, junto al hermano insensible, al Ripley de Clement; escondida por un asesinato de claroscuro, a la silueta de Hitchcock; en una barca que se mece por el sangriento oleaje, a la sombra de Coppola…
Por esa multiplicidad de homenajes, de intenciones (trata la culpa, el deseo, la ambición…) y de esquemas formales (algunos de sobra conocidos en la filmografía del realizador), "El sueño de Casandra" no llega a ser una obra redonda. Además, frente a la habilidad de Allen para caracterizar al psicópata, en este caso un estupendo McGregor (antes fueron Landau o Rhys Meyers), sí titubea al trazar la figura de su particular Casandra anfetamínica, borracha y jugadora. La comparación con el impecable personaje principal convierte en un dibujo de menor coherencia a ese pobre inocente que grita el terrible futuro a la indiferente multitud.
En definitiva, "El sueño de Casandra" supera vapuleos injustificables y se demuestra como una película enorme en intenciones, estimable en el resultado y, sobre todo, tan terrorífica como sus dos antecesoras en su autopsia del ser humano.
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