Director: Mike Nichols
Intérpretes: Tom Hanks, Philip Seymour Hoffman, Julia Roberts
Web: http://www.laguerradecharliewilson.es/
"Primary Colors", el impecable antecedente de Mike Nichols en cine político, ayuda a encarar con ganas el visionado de su segundo esfuerzo de género: "La guerra de Charlie Wilson". Casi en el epílogo de la Guerra Fría, el senador Wilson propició la inyección masiva de fondos para impulsar a los afganos en su lucha contra la URRS. En 1989, éstos conseguían la victoria y el político norteamericano un puesto en los altares de la patria.
Si en su retrato de los Clinton (recupérenlo ahora que escogemos presidente), Nichols afilaba el corte drenando cadáveres de las alcantarillas del éxito, en su nuevo filme no existe ni un atisbo de crítica. Su inicio, probablemente lo único incisivo del metraje, muestra a un congresista "playboy" que vende su alma con tal de salir adelante. ¡Vaya!, es olisquear la opresión del invasor ruso sobre el pueblo afgano y al salido miembro (de la cámara) se le aplaca el furor sexual, descubre lo necesario de apoyar a los pobres rebeldes y ¡hala, a trabajar por el país! En ese instante se acaban las asperezas del retrato de Nichols, ayudado por el sosainas que hace muchos años nos hacía reír: Tom Hanks. La admiración por el biografiado es tan excesiva que, lógicamente, las subtramas se convierten en anécdotas (el desarrollo y la resolución de la acusación por corrupción a Wilson es risible), los actores en estereotipos (por mucho que Seymour Hoffman esté nominado al Oscar) y la realización en paródica (esos planos de los helicópteros matando afganos, esa imagen del protagonista levantando un arma en señal de victoria). Para que respetásemos a "La guerra de Charlie Wilson", Nichols debería de haber tratado con justicia al protagonista y, al igual que potencia sus virtudes a modo panfletario, sería necesario que no obviase sus episodios dolorosos: las consecuencias colaterales de esa guerra (claro, el 11-S), la implicación de Wilson con Somoza en Nicaragua,... Bueno, pensándolo bien: ¡esto es USA! y siempre nos quedará Michael Moore.
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