lunes, 11 de mayo de 2009

PAUL MOOR & THE FANTASTIC TWO


"El último vals" en acústico

Pablo Moro presenta su nuevo formato acústico en Madrid

“La boca del lobo” ocupa un lugar mínimo en el centro de la capital. Su sótano, enladrillado como el “Cavern” de Líverpool, acogió a Pablo Moro el viernes por la noche. A punto de lanzar su tercer disco (allí se destaparon algunas canciones inéditas), Pablo acudió a la cita en un formato inusual: dos guitarras (él y el estratosférico Álvaro Bárcena) y un teclista (un sorprendente Richard García). Frente a un público que llenó la planta (una mezcolanza extraña: mozas y mozos a partes iguales, de buena crianza todos), Moro despojó sus canciones de abalorios.

Hay que callarse. Desde la última vez que le vi (hace ya un año y medio, qué viejunez), ha acogido el cantautor asturiano la religión musical “Americana” (ésa que venera a The Band, Dylan o Grateful Dead). Como prueba de fe, las barbas pobladas y las camisas de “working man hero”. Y relucen sus composiciones desnudas, a pesar de una audiencia a veces más preparada para escuchar “guatanebikonso” en la cercana calle Huertas. Caen las espléndidas “Smoking point”, “Imitadores de Elvis”, “Pídeme” o “Perdedores sinceros”. También hubo rato de novedades (Moro maneja la ironía y la autoparodia, virtudes manifiestas en mi canción favorita, “Tic tac”) y de versiones (Fito Páez).

Todavía le queda carretera a Pablo, pero se nota que sabe rodearse de fantásticos músicos y que sabe evolucionar, revisitando, violando trabajos y músicas pasadas. Además, que Jaime Urrutia apareciese en la sala durante la divertida “Quédate” da una idea de hacia dónde encara Moro el largo y sinuoso camino.

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