sábado, 10 de noviembre de 2007

¡MUY GUAPA, EH! ¡MUY BONITA!

Durante la tarde, varios operarios de mono azul extendían la alfombra roja por la Gran Vía madrileña. Cada semana, los estrenos se multiplican a su alrededor. El miércoles pasado, en un lado del “ring”, “El hombre de arena” con Hugo Silva y María Valverde en el “Palacio de la Música”. Al otro, “La torre de Suso” con Javier Cámara y Malena Alterio en el “Cine Callao”. Dos tipos de sex-symbols, estaremos de acuerdo. Lo pensamos un microsegundo y entramos en “La torre de Suso”. Todavía no ha llegado casi nadie al mar de butacas. Lógico; en las “premieres”, las “stars” retrasan el “photocall” (Millás, ¿qué demonios significará eso?). Gracias a una cámara que envía imágenes de la entrada a la pantalla de la sala, los homo sapiens que ya tenemos el “culo-butaca” de esperar podemos observarles posando para los fotógrafos. Mira, ahí está Alejo Sauras… y “Éste Quesalíaenoséquéserie”… y Laura Pamplona y… por fin, aparecen los protagonistas en el lienzo blanco, aunque todavía no se trate de la película. Javier Cámara hace el tonto con Malena Alterio, fotos sin parar, y Tom Fernández intenta mantener la compostura, fotos paran. Ya en la sala, lo primero que vemos de Gonzalo De Castro son las canas de su perilla. Mientras, una señora embravecida le identifica, ¡oh, maravilla del saber!, como “el otro de “Siete vidas””. Cuando Tom Fernández y su equipo suben al escenario, entre agradecimientos y reprimendas cariñosas al hiperactivo Cámara, se nota el “miedo escénico” del asturiano. Cualquiera en su lugar echaría a correr.
Se apagan las luces.
Se encienden, hora y media después. Un año en una hora y media, pensará Fernández. Lo que para él, al principio, era nerviosismo e inquietud, ahora ha mutado en un relajo feliz que roza el éxtasis. Los pies del ovetense casi se elevan del suelo, aupado por los abrazos y los aplausos interminables. Emilio Gutiérrez Caba sale al lado del personal. Javier Cámara se acerca a saludar a su tía. Unas señoronas madrileñas, bien vestidas, bien añejas, gritan una y otra vez al padre y al hijo de “La torre de Suso”. “¡Muy guapa la película, eh! ¡Muy bonita! ¡Maravillosa!”, desgañitan el moño. Ellos, como Tom Fernández, como la Alterio, como todos, a lo suyo, a la noche madrileña.

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