Director: Gonzalo Suárez
Intérpretes: Carmelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Barbara Goenaga
Web: http://www.gona.es/oviedoexpress/
En su “Diccionario de cine”, Fernando Trueba plantea el intento más serio (y más corto) de cercar la figura de Gonzalo Suárez. El director madrileño compara al asturiano con “un rey en el exilio”. Lo difícil es saber de dónde han desterrado a Suárez. Aparte de los resquicios que aparecen en su excepcional producción literaria, a lo largo de su filmografía él mismo ofrece multitud de pistas. El doble juego psicoanalítico de “Mi nombre es sombra”, un Hugh Grant byroniano, la muerte y el detective, los dos escritores epilogando… éstas son pequeñas migas que el maquiavélico realizador va dejando por el camino para indicar su verdadero origen. Así, escarbando e investigando, se puede concluir perfectamente que el reino perdido al cual el señor Suárez siempre trata de volver se encuentra entre la realidad y la ficción. Esto se hizo manifiesto en el estreno madrileño de “Oviedo Express”. Los que allí le vimos no tenemos claro si su pipa es de celuloide o de madera, si su barba mezcla el papel destintado con largas canas entrelazadas.
Asimismo, su último filme sirve como otra prueba más para delimitar el ilimitable territorio de Suárez. Ya desde el prólogo se nos avisa, por medio de una cita de Mark Twain, de no sacar conclusiones ni moralejas, de obviar tramas y motivaciones. En el fondo de esas advertencias, durmiendo la siesta, la ciudad de Oviedo. Tempestuosa cuando Carmelo Gómez la agita con su sotana desde el Naranco; calmada cuando Jorge Sanz la recorre con dudas metafísicas; preciosa y geográficamente cinematográfica mientras Goenaga atraviesa el infinito Antiguo imaginado por Suárez.
Entretanto, en su superficie, la colisión entre realidad y ficción. Con desigual fortuna, el guión desmenuza el choque entre la ilusión de una compañía de teatro y la cotidianeidad de una ciudad burguesa. En este punto, la pluma del realizador no acaba de convencer. Frente a la solidez de otras propuestas de mayores pretensiones (eso libra, en parte, a “Oviedo Express” del fracaso), aquí nada acaba de parecer completo. Ni Carmelo Gómez, ni Aitana Sánchez Gijón, ni Nawja Nimri resucitan a personajes deslavazados y previsibles. Se reduce el metraje al eterno caminar moribundo de Sanz y a una delicada Goenaga que, junto a la últimamente imprescindible Verdú, se encarga de animar la función con bastante más mesura que sus compañeros. Su espíritu mínimo y su alma de vodevil rescatan a “Oviedo Express” del experimento fallido. Los guiños chaplinescos, la agradable sencillez y la transmutación cronista/criada/actriz/cronista modelan, finalmente, la impresión del último Suárez. Muy menor, muy liviano y, sobre todo, tan próximo al reino realmente ficticio del realizador como el humo inconstante de su pipa.
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