EL AMIGO AZULGRANA
Por fin, tras muchos años de duro trabajo, voy a publicar mi primer artículo científico. Impulsado por la misma insana pasión investigadora del doctor Jeckyll, he tratado de documentar uno de los fenómenos más insólitos de este siglo: el “amigo azulgrana”. Ni las caras de Bélmez, ni los OVNIS, ni la sábana santa… uno de los grandes misterios de la humanidad sucede y se reproduce día a día.
Javier es ultramegablanco. Sin embargo, los fines de semana no tiene problema en soportar las posesiones infernales de Fernando, un intoxicado azulgrana. Gerardo y Jesús se han convertido en dos “zombies” blaugrana y, sin problema, se acercan a increpar a Raúl enfrente de José Manuel, un merengue inmaculado. Fíjense que incluso en esta página me soportan a mí y, a la derecha, casi como acné adolescente, surge una columna de un humano culé que escribe, sin rubor, las maravillas del club “teletubbie”.
Gracias a mis amigos azulgranas, y con la misma fascinación con la que Felix Rodríguez de La Fuente observaba a un buitre leonado, he descubierto que todos ellos viven en un bucle interminable. Su discurso, repetido hasta el agote en teatros, cines, bares de carretera o columnas tituladas “culé moyau”, tiene fácil resumen: “Nosotros nos preocupamos por jugar, no por ganar”. O sea, que lo que realmente vale es la forma y no el fondo. Por tanto, el resto de los equipos jugamos al rugby o a la petanca. Cierto, de vez en cuando aceptan que nos sale algo, como aquel gol maravilloso de Zidane en la final de la copa de Europa, pero esas son situaciones excepcionales producto de la “suerte”, la “braga”, la “chiripa” o, mi favorito, una “flor en el culo”.
El sábado se demostró lo endeble de su “verdad indudable”. El árbitro pitó el final del Getafe-Barcelona y seguían diciendo lo mismo, como una máquina de cigarrillos. El futbol plano, la lejanía entre líneas, la excesiva carga de responsabilidad en dos juveniles, la progresiva desaparición de Ronaldinho… paradójicamente, el Barcelona se ha transformado en el tipo de equipo que los barcelonistas dicen odiar.
De todos modos, aunque tengan una visión distorsionada de la realidad, aunque vivan en un bucle plasta y pedante; compañeros blancos, denles una oportunidad. Ellos también se merecen tener un amigo madridista.
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